¿Cómo minimizar el impacto ambiental de tu empresa?
Empezando por la extracción de materias primas necesarias en un proceso productivo, pasando por la cantidad de energía que se necesita para crear un bien o servicio y llegando hasta la emisión de gases y la generación de residuos, las empresas suponen un impacto ambiental a diferentes escalas. De ahí, que sean pieza importante en el puzzle de la transición energética.
¿Qué significa impacto ambiental?
Entendemos por impacto ambiental cualquier alteración del medioambiente provocada por la acción del hombre pero también por la catástrofes naturales como un tsunami o terremoto, por ejemplo.
Cuando hablamos del impacto ambiental de las empresas este encuentra su explicación en la actividad humana que puede provocar el deterioro de suelo, agua y aire. Tres elementos fundamentales para la vida.
En menor o mayor medida, el impacto ambiental de las empresas afecta a estos tres niveles: explotación de suelos para extracción de recursos naturales; uso abusivo del agua para sus procesos y contaminación de la misma a través de vertidos y contaminación del aire por la emisión de gases, esta última es la causante de 10.000 muertes al año en nuestro país según advierte la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR).
¿Qué medidas pueden adoptar las empresas?
Conscientes del impacto ambiental de las empresas y de las repercusiones que esto tiene para todos, pues ya hemos visto que se trata de una cuestión seria que pone en peligro incluso la salud de todos, existen diferentes leyes y normativas que obligan a las empresas a tener en cuenta la repercusión que tienen sus actividades en la Tierra.
La gestión ambiental aplicada a través de la Norma ISO 14001, por ejemplo, “consiste en gestionar todos los impactos ambientales —y minimizarlos en la medida de los posible— que puedan ser resultado de su actividad, sus servicios y sus productos”, como ya visto en un post anterior. Aunque esta no se trata de una norma obligatoria sí que es conveniente que todas las empresas, independientemente de su actividad, la incluyan.
No obstante, sí existen leyes de obligado cumplimiento como la Ley de Responsabilidad medioambiental “que obliga a los operadores dentro de su ámbito de aplicación, a poner en marcha las medidas de prevención, evitación y reparación de los daños medioambientales”. La Ley de aguas —que repara en la correcta gestión de este recurso así como en su protección frente a vertidos—; la Ley de residuos y suelos contaminados; Ley de envases y residuos de envases o la ley referente a la calidad del aire y protección de la atmósfera, entre otras.
Asimismo, vemos como cada vez más empresas apuestan por incluir la responsabilidad social corporativa como un campo más en el que trabajar que vele por la imagen de la compañía en cuestiones sociales y ambientales.
Pero, más allá de la aplicación de normas y cumplimiento de leyes, ¿qué puede hacer una empresa en su día a día para minimizar su impacto ambiental?
- En primer lugar, realizar un estudio que permita evaluar el uso que se hace de las fuentes de energía así como la eficiencia en sus procesos productivo a partir del cual trabajar para mejorar en medida de lo posible la gestión de los recursos, en definitiva, calcular la huella ecológica de su actividad.
- Si utilizan envases para sus productos, mejorar la calidad de los mismo y pensar en una segunda vida para ellos, otorgando así un valor añadido cuyo fin principal sea el de reducir la generación de residuos.
- Reducir las emisiones de gases a la atmósfera así como los vertidos en aguas cercanas.
- Hacer uso de su protagonismo en la sociedad para concienciar a los ciudadanos de la importancia de cuidar y proteger lo más valioso que tenemos: la Tierra.
- Olvidar el papel y aprovechar las ventajas que la tecnología ofrece con la digitalización de archivos.
Estas acciones, muy genéricas, por cierto, pueden implementarse en la actividad diaria. Realizar un consumo responsable de la energía aplicando dispositivos de eficiencia energética, reducir la extracción de materias primas al dar una segunda vida a otros productos o minimizar los residuos derivados de los procesos productivos, son algunas de las prácticas más sencillas de aplicar.
Como ciudadanos y como jefas y jefes de pequeños negocios o grandes empresas, debemos tomar consciencia de la responsabilidad y el peso que tienen nuestras actividades industriales en el mantenimiento de un planeta sano.
En definitiva, todas las empresas, siendo conscientes de su peso en la contaminación de suelos, agua y aire, pueden y deben poner en marcha soluciones que mitiguen este impacto ambiental y promover una transición energética donde las fuentes renovables sean las protagonistas de sus procesos productivos y, sobre todo, donde su actividad pueda ser desarrollada en consonancia con el medioambiente sin comprometer la salud de nuestro planeta.